El origen de la escritura
Los romanos decían «Verba volant, scripta manent», las palabras vuelan, los escritos permanecen
La comunicación, sea cual sea el formato que
empleemos, es una cuestión indispensable para el ser humano y sus relaciones
con el resto de su comunidad. Hoy en día, la multiplicidad de soportes ha
incrementado notablemente el flujo de comunicación gracias sobre todo a la
masificación del uso de métodos tales como el correo electrónico, whatsapp, o
cualquier otro sistema. La tradicional carta escrita y enviada por correo ha
quedado para lo que muchos han asociado a las malas noticias. Una cita con el
médico, una multa de tráfico, una factura o un requerimiento administrativo son
algunas de las cartas que ya solo nos llegan.
Sea whatsapp o ya sea una sanción administrativa, la
transmisión de un mensaje la realizamos por medio de la codificación de señales
gráficas relativamente establecidas por medio del uso continuado. Pero, ¿desde
cuándo se emplea esa codificación? ¿Hacia dónde debemos mirar para encontrar
los orígenes de la escritura?
Hace unos años (tal vez más de los que me gustaría…),
la fundación Ibercaja llevó a cabo una interesante exposición sobre la
escritura, los sistemas y soportes, y publicó una guía muy curiosa que es la
que emplearé para redactar este hermoso viaje hacia los orígenes de la
escritura. Comencemos.
Debemos empezar con la raíz del asunto, que no es
más que la comunicación en sí. Esa capacidad de intercambiar información entre
dos o más participantes con el fin de transmitir o recibir significados a
través de un sistema compartido de signos y normas semánticas, ya sea escrita,
verbal o no verbal. Para ello tendríamos que retrasar nuestro reloj del tiempo probablemente
unos 300 mil años para encontrarnos con un antecedente del hombre moderno, el
homo erectus. Los investigadores consideran obvio que estos homínidos debían
tener alguna capacidad de comunicación para poder establecer y organizar los
pequeños clanes de cazadores recolectores. De ello se deriva que eran capaces
de abstraer ideas, de hacerse entender, de transmitir información y ser
comprendidos por el resto de la comunidad, aunque solo fuera por medio de
sonidos.
No es de extrañar. La propia necesidad de sobrevivir
en entornos complejos depende en parte de la capacidad para resolver problemas
que vayan surgiendo, a lo que hay que añadir que esa misma respuesta debe ser
memorizada y transmitida a los demás para tener mejor respuesta ante
situaciones similares. Para ello, emplearían diferentes métodos mnemotécnicos
con diversas formas, materiales y soportes. Marcas en piedra o hueso, guijarros
coloreados, etc.
Pero si bien estos métodos transmitían ideas, lo
cierto es que para encontrar los primeros retazos de escritura debemos buscar
en aquellos registros en imágenes que podían crear una idea, un pensamiento o
un sentimiento. Hablamos entonces de los pictogramas, es decir, un dibujo o
signo gráfico que expresa un concepto relacionado materialmente con el objeto
al que se refiere. Así, en un principio estos símbolos equivalían a las
palabras que denominaban: un bisonte era un bisonte, un arco era un arco, un
hombre era un hombre, o más simbólicamente, dos líneas ondulantes paralelas un
río.
Avanzando en el tiempo, y en la progresión de las
formas escritas, el siguiente estadio lo hallamos en la combinación de dos
signos para formar un tercero con significado diferente, esto es, los
ideogramas, signos gráficos que representan un concepto o idea de forma
sintética y no por análisis de sonidos o formas. Esta técnica es actualmente
empleada por los chinos.
El ideograma más antiguo conservado, aunque no
descifrado data del 3500aC, en la ciudad-estado de Sumer, en Mesopotamia. Parece
más que probado que muchos pueblos cercanos a Sumeria, o con contactos con
ésta, adoptaron la idea de la escritura que no el sistema, caso de los egipcios
por ejemplo.
Vemos en Sumeria un factor que se repite en toda la
revolución neolítica como fue el sedentarismo, la organización en grupos
numeroso, ya fuera en aldeas o ciudades, con lo que era necesario regular y
administrar la vida de los individuos de los diferentes clanes, grupos o
familias. Apareció la especialización de los oficios, con comerciantes,
artesanos, soldados, religiosos y gobernantes, y con ello una necesidad
imperiosa de disponer de un sistema para conservar la información, ya fuera para
realizar recuentos de mercancías y hombres, formalizar contratos, crear leyes,
etc., y siempre con la intención de perpetuar lo dicho sin alteraciones de la
palabra no escrita.
Con la especialización del trabajo y el surgir de
las ciudades aparece la figura del escriba, encargado de conservar la
información. En estos primeros compases, esta labor la realizaban grabando unas
marcas con cañas puntiagudas sobra unas pequeñas tablillas de arcilla húmeda,
que al secarse al sol o cocerse al fuego se endurecían. Estas marcas fueron
evolucionando, estilizándose de tal manera que ya sería difícil identificar el
signo con el objeto, es lo que se conoce como escritura cuneiforme.
El salto definitivo lo encontramos al momento en que
una imagen empieza a emplearse no para representar un objeto, sino un sonido
correspondiente a su nombre, dicho de otra manera, que los signos pictográficos
se convierten en signos fonéticos. Esto lo encontramos también en Sumeria que
empezó a emplear, en torno al tres mil antes de Cristo, los jeroglíficos. Así un
pictograma dejaba de designar un objeto sino que en vez de ello, designaba un
objeto de nombre fonéticamente similar. Ello permitía que con un vocabulario
escrito de unas decenas de caracteres se pudiera expresar la mayoría de las
cosas que podían ser descritas por la lengua hablada. La combinación de estos
signos contribuía a que se pudieran escribir mensajes más completos.
La evolución de este sistema, que se extendió por todo
el Oriente Próximo, llevó a la aparición de los alfabetos, compuestos por una
serie de signos escritos que representan un sonido del habla. No se sabe con
total seguridad el momento de la aparición del primer alfabeto, pero sí hay
consenso en que en torno al año 1000 antes de Cristo comerciantes fenicios
empezaron a difundir su alfabeto por toda la cuenca del mediterráneo. La primera
inscripción alfabética conocida aparece en el sarcófago que el rey fenicio de Biblos, Itobaal hizo
fabricar en honor de su padre, Ahiram. El texto del sarcófago está escrito con
un alfabeto cuyos signos tienen valor fonético y no ideológico.
Los pueblos que tuvieron más o menos contacto con
los fenicios fueron tomando la idea del alfabeto, modificando los signos. Así tenemos
el alfabeto griego y etrusco, base del alfabeto latino, que es el que hoy día
utilizan las lenguas romances, anglosajonas y germánicas, el checo, el turco,
etc.
Un último apunte. En América también se había
iniciado el proceso de invención de la escritura, aunque se hallaba en un
estadio todavía primitivo a la llegada de los españoles, con representaciones
pictográficas, aun cuando los mayas habían comenzado a utilizar parcialmente
algún signo fonético.
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