La conquista espiritual del Nuevo Mundo. Lucha contra el demonio

Frailes franciscanos ahuyentando los demonios.
Tomado de Descripción de la ciudad y provincia de
Tlaxcala
de Diego Muñoz Camargo.
Hace ya un año que escribí un pequeño artículo referente a la imagen conceptual del demonio en la América Colombina. En aquella ocasión terminé dicho texto emplazándoos a una nueva lectura, esta vez sobre la representación gráfica del demonio en Nueva España, y pasados ya 12 meses, va siendo hora de cumplir promesas. Si no leísteis aquel artículo que da origen a este segundo (y puede que a otros que vengan con posterioridad), os recomiendo que le echéis un vistazo, al menos a las láminas que expongo en él pues de seguro os van a sorprender.

Para empezar me gustaría hablaros de la conquista espiritual del Nuevo Mundo. La mayoría de las prácticas culturales indígenas (danzas, representaciones divinas, códices, prácticas medicinales o prácticas religiosas como el politeísmo, los sacrificios y el canibalismo ritual) fueron vistas por los conquistadores europeos casi desde un inicio como causa y efecto de la participación e influencia demoníaca. Dicho de otra manera, para el europeo de la época, todas aquellas manifestaciones culturales indígenas eran consecuencia de un desapego americano a la verdadera religión, de modo que el demonio habría campado a sus anchas por aquellas maravillosas tierras difundiendo su legado.

Sirva como ejemplo José de Acosta, quien en las postrimerías de mediados del XVI aludía a la grandiosidad de las culturas que en América existían pero determinaba la existencia de éstas a la acción del diablo. Estas eran sus palabras:

"¿A quién no pondrá admiración que tuviese el demonio tanto cuidado de hacerse adorar y recibir al modo que Jesucristo ordenó y enseñó, y como la Santa Iglesia lo acostumbra?”[1]
El jesuita Acosta trataba de explicar que era el demonio quien había orquestado una iglesia a semejanza de la católica, fruto de la envidia, y lo corrobora afirmando que el diablo imitaba la eucaristía católica.

“Era precisamente este deseo mimético el que originaba la existencia de las prácticas contra- religiosas entre los nativos de América, pues el diablo aprovechaba cualquier oportunidad que le permitiera imitar el culto divino.”[2]
Los rituales religiosos y culturales de los indígenas eran vistos y considerados como un conjunto de prácticas que tendían a la adoración demoníaca y a la idolatría (sacrificios, canibalismo ritual, sodomía), actos influenciados y hasta dirigidos, como señala Borja Gómez, por las huestes de Satán.[3] Eran tales las homologías y similitudes que el aparato interpretativo de la Conquista había diseminado a través de sus escritos, que resultaba imposible para los intelectuales españoles del siglo XVI no pensar, vivir y leer a América como un verdadero traslado del infierno.[4]Dicho de otra manera, la América indígena era ya vista por los conquistadores como “un mundo donde el demonio se venerase con la mayor reverencia”[5].

Ejemplo de esto último son los numerosos escritos y crónicas redactadas a lo largo de todo el siglo XVI. López de Gómara en la dedicatoria de su Historia general de las Indias, afirmaba, en relación a los indígenas que “como no conocen al verdadero Dios y Señor, están en grandísimos pecados de idolatría, sacrificios de hombres vivos, comida de carne humana, habla con el diablo, sodomía, muchedumbre de mujeres y otros así”[6]. Cadena enunciativa que se mantendría como una constante en el resto de autores, hasta tal punto que el editor Theodorus de Bry empleó un grabado en el que aparecían indígenas rindiéndole tributo y pleitesía al diablo para sugerir que América era un mundo completamente regido por el demonio.

El propio Fray Toribio de Benavente, más conocido por “Motolinía”, llegó a afirmar que:
“(…) era esta tierra un traslado del infierno, ver a los moradores de ella de noche dar voces, unos llamando a el demonio, otros borrachos, otros cantando y bailando; tañían atabales, bocinas, cornetas y caracoles grandes en especial en las fiestas de sus demonios. La beoderas que hacían eran muy ordinarias, es increíble el vino que en ellas gastaban y lo que cada uno en el cuerpo metía.”[7]
Más allá de estas interpretaciones sobre la pervivencia del demonio en estas tierras, lo cierto es que los evangelizadores se toparon con dos grandes problemas en América, asuntos que se establecieron como prerrogativas de obligada resolución. De un lado, la eliminación de la idolatría indígena, y de otro lado, el adoctrinamiento y transmisión de la palabra de Dios.

En el primero de los asuntos, la destrucción de templos, la sustitución de imágenes por cruces o la quema de textos indígenas, fueron técnicas habituales.

“Los primeros misioneros cristianos quemaron bibliotecas enteras de estos textos mesoamericanos.”[8]
“Yo vi el ídolo y entré debajo del agua para sacarle, y puse allí una cruz de piedra que hasta ahora está allí en la misma fuente.”[9]
Lo cierto es que, como señala Javier Ayala Calderón[10], muchos indios, ante la imposibilidad de evitar el proceso de evangelización de los frailes, prefirieron adelantarse a éstos, destruyendo sus propios templos, señalando lugares idóneos para nuevas iglesias y levantar cruces, con el propósito de ganarse su buena voluntad. Esta actitud del poder de la cruz y de los frailes expulsando a los demonios de las poblaciones, determina finalmente, al menos en las representaciones iconográficas de los primeros momentos, que al demonio se le represente en parajes abandonados, lugares lúgubres o breñas silenciosas y sombrías.[11] Expulsados los demonios de los pueblos, los frailes debían mantenerlos alejados y para ello colocaron cruces en las entradas de los pueblos y las confluencias de calles para ahuyentarlos.[12]

En cuanto al adoctrinamiento y la transmisión de la palabra, Motolinía se refiere a este asunto como un tema de gran trascendencia, sobre todo por la negación por parte de los indígenas a abandonar sus costumbres.

“Les era gran fastidio oír la palabra de Dios, y no querían entender otra cosa sino en darse a vicios y pecados, dándose a sacrificios y fiestas, comiendo y bebiendo y embeodándose en ellas.”[13]
Los frailes mendicantes procuraron construir iglesias en todas las partes, incluso ocupando el espacio que anteriormente ocupaba un templo indígena. De este modo, los dioses eran intercambiados, reemplazados por la “adoración” de los íconos católicos.[14] Sea como fuere, el proceso evangelizador modificó la conciencia indígena[15], no solo en la eliminación de los elementos físicos, desmontando sus construcciones religiosas y sus ídolos, empleando a la vez los elementos constructivos o partes de sus antiguos templos en la edificación de los nuevos conjuntos conventuales, sino también en lo que a espiritualidad cognitiva se refiere.

Tras esta reutilización material de la piedra de la construcción prehispánica para erigir la cristiana, se esconde la ambición de batallar la idolatría precolombinas y como insignia de autoridad sobre la cultura prehispánica.[16] Para ejemplificar este hecho, bien nos puede servir el Convento de San Francisco de Mérida, levantado en el año 1547 sobre una plataforma anterior perteneciente a una construcción maya, hecho del que tenemos constancia gracias a Fray Diego de Landa.

“El primer edificio de los cuatro cuartos nos dio el Adelantado Montejo a nosotros, hecho un monte áspero; limpiámosle y hemos hecho en él con su propia piedra, un razonable monasterio todo de piedra, y una buena iglesia que llamamos la Madre de Dios.”[17]
La realidad de aquella primera mentalidad de los conquistadores sobre la profundidad de las causas culturales y religiosas que llevaron a actuaciones como las que vengo comentando y hay que entenderlas no como una lucha contra el indígena, al que se llegó a proteger, sino una lucha de la cristiandad contra la presencia del demonio en aquellas tierras, o al menos, así lo entendieron los europeos. En un próximo artículo analizaré cómo el demonio era para la visión evangélica de los hombres europeos del XVI una fuerza exterior no voluntaria que poseía y engañaba a los indígenas, pero como digo, eso lo dejaré para otra ocasión.

Si te interesa el tema, comenta en la caja de comentarios, aporta tu visión e inquietudes, y sobre todo, di de qué otros temas te gustaría hablar.



REFERENCIAS
[1] ACOSTA, José de: Historia natural y moral de las indias. Cit. en CERVANTES, Fernando: El Diablo en el Nuevo Mundo, Herder, Barcelona, 1996. p.52.
[2] Cit. en CERVANTES, Fernando: El Diablo... Op. cit. p. 51.
[3] SOLODKOW, David M.: “América como traslado del infierno: evangelización, etnografía y paranoia satánica en Nueva España”, en Cuadernos de Literatura. Bogotá, Colombia V.14 Nº 28 julio - diciembre 2010. p. 176.
[4] Ibídem. p. 181.
[5] AGUILAR, Francisco de: Relación breve de la conquista de la Nueva España. México, UNAM, 1977. p. 163.
[6] DE GÓMARA, Francisco: Historia general de las Indias tomo I, Calpe, Madrid, 1922. p. 4.
[7] BENAVENTE (MOTOLINÍA), Toribio de: El libro perdido, dirección Edmundo O’Gorman, México, CNCA, 1989. p.55.
[8] BROTHERSTON, Gordon. La América indígena en su literatura: los libros del cuarto mundo. Fondo de Cultura Económica, México, D.F. 1997. pp. 80 ss.
[9] SAHAGÚN, Bernardino de: Historia general de las cosas de la nueva España. Tomo III. Imprenta del Ciudadano Alejandro Valdés. México. 1830. p. 321.
[10] AYALA CALDERÓN, Javier: “El diablo en la Nueva España: Visiones y representaciones del diablo en documentos novohispanos de los siglos XVI y XVII. El diablo y el espacio”, p. 40. (recurso electrónico en http://www.iifl.unam.mx/pnovohispano/).
[11] OLMOS, Fray Andrés: Tratado de hechicerías y sortilegios. México, UNAM, Colección facsímiles de lingüística y filología nahuas, 5. 1989. Cap. 4:43.
[12] AYALA CALDERÓN, Javier: “El diablo en… Op. Cit. p. 41.
[13] BENAVENTE (MOTOLINÍA), Toribio de: El libro… Op. Cit. p. 55.
[14] SOLODKOW, David M.: “América como…”. Op. Cit. p. 185.
[15] BORGES, Pedro (“Primero hombres, luego cristianos: la transculturación”, en Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1992. pp. 521-534) apunta a que desde el plano de lo puramente teórico, la aplicación de tales conceptos representó alejar a los indígenas de las costumbres contrarias a la naturaleza y al Cristianismo: sacrificios humanos, poligamia, incesto, embriaguez, inhumación de personas vivas acompañando a los difuntos, las deformaciones corporales, la desnudez, los gentilicios adoptados de fieras, habitar en cuevas, practicar el nomadismo y alimentarse de la recolección de frutos silvestres, las contiendas tribales, el vicio nefando, el bestialismo, la idolatría.
[16] GONZÁLEZ CICERO, Stella María: Perspectiva religiosa en Yucatán, 1514-1571: Yucatán, los franciscanos y el primer obispo fray Francisco de Toral, México, El Colegio de México, 1978, p.119:
“Una de las características más generalizadas que tuvo la extirpación de la idolatría fue que ésta se realizó en forma sistemática, tanto en la refutación teórica como en la destrucción material. En ambos aspectos, los elementos que los frailes suprimieron, los sustituyeron por otros de signo cristiano”.
[17] LANDA, Fray Diego de: Relaciones de las cosas de Yucatán. p.112.

No hay comentarios:

Con la tecnología de Blogger.