El demonio en América colombina
El demonio fue clave en la transmisión de las enseñanzas cristianas a los indígenas del Nuevo Mundo, pero su imagen y representatividad, no solo logró la alteración de las mentalidades prehispánicas,, sino que caló en la concepción europea de una América como el hogar del demonio. ¿Quieres conocer más? Sigue leyendo
Detalle mural convento San Nicolás de Tolentino Actopan México |
Intentemos iniciar este viaje al “infierno” rompiendo moldes y prejuicios sobre la presencia de los españoles en América. No es de esto de lo que hablaremos, sino del choque mental que supuso tanto para europeos como americanos el encuentro entre ambas civilizaciones.
De primera mano, la lucha de los europeos contra el demonio no fue una lucha contra el indígena. Muy al contrario, el demonio era para la visión evangélica de los hombres del XVI una fuerza exterior no voluntaria que poseía y engañaba a los indígenas. Dicho de otra manera, el indígena no era el demonio sino un “pobre hombre confundido y engañado” por influencias demoníacas. Una de las mejores visiones al respecto no la ofrece fray Toribio de Benavente, mejor conocido por Motolinía, quien en su Memoriales comenta que en las costumbres mexicas se empleaban bebidas alcohólicas y hongos alucinógenos con los que los indios invocaban a Tezcatlipoca, su principal demonio. Según fray Toribio, las bebidas producían a los indígenas “mil visiones, parecíanles que las piernas y el cuerpo tenían lleno de gusanos que los comían vivos”, mientras que con los hongos se “comulgaban” de manera análoga a la eucaristía cristiana.
Entonces, ¿quién era el demonio? La imagen generada en América fue el resultado de una herencia cultural germinada a lo largo de la Edad Media tiempo en que la figura diabólica comienza a tomar una forma antropomorfo casi monstruosa, con alteraciones físicas en cabeza y cuerpo. En los siglos XII-XIII se consolida la imagen del ángel caído y su exilio al infierno, quedando el hombre en medio de es batalla entre el Bien y el Mal.
De este modo, el demonio se va perfilando como un recurso eclesiástico que tiende a la reafirmación del temor al castigo y al pecado, así como la justificación a los grandes desastres que azotan en esos momentos a Europa. En los siglos VV-XVI encontramos ya un demonio capaz de intervenir diabólicamente sobre el hombre, no solo invitándolo a pecar sino también poseyéndolo.
Frente a fray Bartolomé de Las Casas o el viajero Girolamo Benzoni, que denunciaban las atrocidades que se estaban llevando a cabo en el Nuevo Mundo y que mermaban la población indígena, Motolinía aseguraba que el masivo deceso de los indígenas no había sido producida por el maltrato de los encomendaderos sino por las enfermedades que Dios había enviado para castigarlos por sus idolatrías. Es decir, la responsabilidad recaía sobre los propios indígenas que se empecinaban en servir al demonio.
De este modo, para la mentalidad del hombre europeo del XVI era más fácil evidenciar las diferencias y semejanzas de las imágenes religiosas indígenas y europeas, así como de determinados ritos indígenas, en comparación con el cristianismo, recurriendo a que esas diferencias y similitudes se debían a la presencia del diablo en América antes de la llegada de los españoles. Eso explica que desde ese momento al diablo también se le empezara a denominar Huitzilopochtli, Texcatlipoca, Mictlantecuhtli, etc. que no respectan siquiera la iconografía indígena sino que se transforman para tomar la figura antropomorfa bestial propia de la imagen icónica europea generada a lo largo de la Edad Media.
Si tienes mucho interés sobre el tema, te recomiendo que consultes el libro de Fernando Cervantes, El Diablo en el Nuevo Mundo, publicado por Herder en 1996.
Fuentes:
CERVANTES, F.: El diablo en el Nuevo Mundo, Herder, Barcelona, 1996.
HERNÁNDEZ SOTELO, A.: "El demonio americano y su herencia medieval", en Ameristica, n8, 2002.
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