La idea de hombre en el siglo XVII
El siglo XVII debe considerarse una etapa decisiva en la historia de Occidente ya que es en este periodo en que surge la ciencia tal y como la concebimos actualmente, basándose en procesos sistemáticos de la naturaleza a través de la observación y el razonamiento.
El astrónomo, Johannes Vermeer, 1668. M. del Louvre |
El impacto de la ciencia natural en el pensamiento de la época dio lugar a reflexiones de distinto sentido. De un lado, nos encontramos ante un universo descentralizado que se presentaba ante los científicos de la época y que no hacía otra cosa más que cuestionar el mundo que hasta ese momento el hombre había entendido. Poco tardardaron muchos de los pensadores del XVII en tener una sensación de pequeñez ante la magnitud del universo. Pero también comprendieron la extraordinaria capacidad humana para desentrañar los misterios de la naturaleza. Una visión altamente optimista que chocaba con sus limitaciones tanto teóricas como técnicas.
Una de las grandes ideas corroboradas fue aquella en la que la materia se comporta de acuerdo a leyes racionales. Gracias a esto se reforzó la creencia en que debían existir leyes naturales conforme a las cuales había de ajustarse la conducta humana, y que podían ser resueltas gracias a la razón. Como no podía ser de otro modo, esta serie de avances en el campo de la ciencia acarreo una tendencia a la secularización ante cualquier consideración religiosa si bien nunca hubo una ruptura total con la religión.
En el pensamiento del hombre del dieciséis hubo una fuerte corriente de escepticismo y de relativismo fomentado por los descubrimientos que se iban produciendo gracias a los viajes ultramarinos que daban a conocer a los europeos nuevas realidades, modos de vida diferentes y creencias de las más variopintas, algunas de un enorme calado intelectual.
Como principal referente del escepticismo cabe destacar la figura de Pierre Bayle, quién a través de su obra Diccionario histórico y crítico (Dictionnaire historique et critique), inducía a no tener excesiva confianza en las propias convicciones. Siguiendo esta tendencia se fueron aplicando críticas textuales a los textos sagrados bíblicos que ponían en duda el valor de la Biblia, algunos de los cuales, como el caso de la obra del religioso francés Richard Simón, Historia crítica del Antiguo Testamento (Histoire critique du Vieux Testament), fueron prohibidas de manera inmediata. Y no fueron pocos, los que llevados por esta tendencia escepticista llegaron a cuestionar la misma religión revelada.
El pensamiento europeo del XVII aspiraba a un conocimiento basado en pruebas y no en conceptos heredados por la tradición. Ello se manifestó en los estudios históricos, a los que comenzó a aplicarse el rigor del método científico, mediante un examen crítico y sistemático de los documentos consultados. El camino hacia esta metodología histórica parte del trabajo de otro gran pensador francés, Jean Mabillon1.
La Ley Natural fue principio por el cual los intelectuales de la época trataron de hallar una base racional de la conducta humana. La ley natural consiste en la creencia de que los conceptos de bien y de mal no son puramente arbitrarios, sino que se hallan de alguna manera en la naturaleza y pueden ser desentrañados racionalmente. Ello proporcionaba un canon objetivo conforme al cual podía ser establecida la justicia o injusticia de las leyes positivas y las costumbres de los diferentes pueblos. Dicho de otra manera, la Teoría de la Ley Natural sostenía que determinadas leyes morales trascendían el tiempo, la cultura y los gobiernos. Por tanto, debía existir cánones universales de rigurosa aplicación a toda la humanidad a través de todos los tiempos. Estos estándares morales universales eran inherentes y reconocibles por todos nosotros, y formaban la base de una sociedad justa.
En base a esta ley natural podría llegarse a la concepción de un derecho internacional, podía igualmente ser empleada como fundamento de una concepción de las relaciones institucionales entre el monarca soberano y los ciudadanos súbditos desde la óptica absolutista, o en un sentido constitucional y parlamentario que derivaría a la democracia liberal. Independientemente de la fortaleza conceptual de la teoría de la ley natural y de las claras críticas sobre el relativismo humano, lo cierto es que ésta jugó un papel esencial en el desarrollo de las ideas políticas modernas.
Notas:
1 Jean Mabillon, también conocido como Dom Mabillon, se le atribuye la fundación de dos de las llamadas ciencias historiográficas: la diplomática y la paleografía.
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