Desarrollo Local e Innovación

El desarrollo local juega un papel fundamental para reforzar los lazos locales, esencialmente la identidad local así como la integración de lugares y comunidades locales en espacios regionales, nacionales y globales y el sentido de pertenencia local


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Entre la diversidad de puntos de vista que vienen sosteniendo las políticas de cohesión desarrolladas en la Unión Europea en la última década, se destacan dos ideas particularmente relevantes en el ámbito de la discusión del desarrollo local:

    • el concepto de cohesión está estrechamente asociado, como se expresa en el Segundo Informe sobre la Cohesión Económica y Social, a la idea de distribución equitativa relacionada con el acceso a los beneficios generados por el aumento de la competitividad;
    • la cohesión está, por otro lado, apoyada en el sentido de la pertenencia territorial que confiere a las entidades regionales y locales un estatuto de comunidades, socias en la construcción de la UE —«a vast community of communities» (Sophie Bessis, 1995).
    Estas ideas conducen a la identificación de tres perspectivas que deben conformar, desde nuestro punto de vista, la matriz conceptual del desarrollo territorial, en general, y del local en particular:
    • la dimensión distributiva, relacionada con el acceso a las infraestructuras, a los equipamientos,
    al conocimiento y a la información, bajo una óptica de compensación de inconvenientes;
    • la dimensión institucional, relacionada con el papel mediador de las instituciones en gestionar los recursos y en movilizar los agentes y actores;
    • la dimensión relacional, relacionada con la capacitación individual y colectiva con vistas a la integración en redes que proporcionen el empowerment de los actores más débiles (individuales o colectivos) reforzando sus oportunidades, las cuales son muy dependientes de la capacidad de innovación y del sentido de (multi)pertenencia.

    El modelo de desarrollo europeo que sucedió a la crisis de los años 70 estuvo marcado por una fuerte liberalización de los mercados asociada a una reconfiguración significativa del Estado del Bienestar. Se trata de un crecimiento concentrado en los sectores más competitivos y en las regiones y lugares que ofrecen mejores oportunidades, reflejando una óptica de desarrollo centrada casi exclusivamente en la economía, que remite a la sociedad, la naturaleza o la cultura a categoría de recursos que permiten valorizar el capital o de obstáculo a su reproducción. Este modelo permitió elevados niveles de crecimiento económico, pero logrados a costa de fuertes rupturas sociales y de la fragmentación territorial, con un «hundimiento » progresivo de los espacios con mayores debilidades.

    Siguiendo esta misma perspectiva, interesa profundizar un poco en dos tipos de procesos asociados a la cohesión social y espacial y, del mismo modo, al desarrollo de las regiones y de los lugares: la inclusión y la integración.

    La comprensión de los procesos que combaten la fragmentación espacial y que conducen a la inclusión de los lugares y de las comunidades pasa por la identificación de los principales déficits de cohesión.

    Se puede argumentar que la fragmentación espacial, o sea, la exclusión de los lugares -ilustrada sobre todo por enclaves étnicos, áreas rurales en recesión, áreas urbanas marginales o espacios industriales en declive- resulta de la convergencia y de la conjugación de diversos campos de exclusión. Es decir, el déficit de cohesión espacial se concreta en:
    • Incapacidad institucional para construir o aprovechar oportunidades de desarrollo de los lugares y de las regiones y para alejar riesgos particularmente peligrosos;
    • Marginalidad frente a las redes de lugares/regiones;
    • Ausencia o debilidad del sentido de pertenencia territorial.

    Invertir trayectorias de fragmentación espacial exige replantear los modelos de desarrollo que atribuyen a la competitividad la única función motora. Desde nuestro punto de vista, la exclusión no sólo es una cuestión de ética y de justicia, es también un fuerte riesgo para el progreso y dinamismo de las entidades «incluidas», sean grupos sociales, sectores económicos, empresas, regiones o lugares. Desde esta óptica, la fragmentación espacial no puede ser entendida como una externalidad negativa del crecimiento económico que se pretende combatir en nombre de la solidaridad. La cohesión debe ser entendida como una prioridad con la misma relevancia que la competitividad, en la medida en que su participación para la sustentabilidad del desarrollo es análoga.

    El segundo eje de análisis concierne a los procesos de integración de lugares y comunidades en las redes de desarrollo. El concepto de capital social constituye, en nuestra opinión, un instrumento muy útil para analizar y profundizar esta cuestión.

    Basándose en la realidad italiana, Robert Putnam defiende que la prosperidad de ciertas regiones está más asociada al capital social que al capital económico y humano, definiéndose de la siguiente forma: «Whereas physical capital refers to physical objects and human capital refers to properties of individual, social capital refers to connections among individualssocial networks and the norms of reciprocity and trustworthiness that arise from them.» (Putnam, 2000: 19). Según este autor, el capital social asume dos formas: una corresponde a los lazos internos, en el interior de un lugar /comunidad (bonding capital); la otra discurre de las conexiones con el exterior, entre lugares/comunidades (bridging capital).

    Aunque fundamental para el desarrollo del concepto de capital social, la contribución de Putnam despierta alguna crítica por sobrestimar el componente institucional del capital social y por la forma excesivamente dicotómica en que define las diversas dimensiones conceptuales. «The inicial bonding might well be the consequence of sequences of overlapping bridges, just as brigges are based on the difference between bonds» (Bærenholdt y Aarsæther, 2002:162). Estos autores proponen que el concepto de capital social incluya la noción de red en relación a otras dos dimensiones: por un lado, la pertenencia a comunidades con base territorial donde las relaciones de proximidad configuran las más fuertes redes sociales y, por otro, la innovación.

    De acuerdo con Frank Moulaert (2000), el reconocimiento y la posible resolución de las formas más agudas de exclusión solo será posible si se encuentran formas innovadoras de revelar necesidades, de cooperar y de democratizar la gestión pública. Este autor subraya la importancia de la capacitación de los agentes, argumentando que el desarrollo local es cada vez menos una cuestión de rendimiento y de capacidad de consumo, y pasa sobre todo por la promoción de cambios estructurales que promuevan la capacitación individual y colectiva dirigida a encontrar nuevas soluciones para los problemas. Apoyado en la constitución de redes cuya configuración y naturaleza se asocian a la pertenencia, a la movilidad y a la innovación, la noción de capital social permite, así, delinear la matriz conceptual del desarrollo local adoptada en esta comunicación.

    De alguna manera, entendemos que esta matriz está ya presente, aunque poco explícita, en las nuevas concepciones de gestión pública que la reconfiguración del Estado del Bienestar viene produciendo. La idea de protección fue sustituida, a partir de los años 90, por una orientación estratégica que privilegia la solidaridad, la cooperación, la contractualización o reciprocidad, las actitudes voluntarias. En tanto en cuanto interesa a la discusión que en este texto se desarrolla, esta reorientación se concreta específicamente en:
    • transferencia de medios y de competencias para el nivel local;
    • gestión pública participada y negociada (gobierno);
    • disociación entre renta y trabajo (por ej., a través de la atribución de la renta mínima
    garantizada);
    • compromisos contractuales entre sector público, sector privado y tercer sector;
    • establecimiento de fondos de capital de riesgo y concesión de micro-crédito.

    Texto: André, I. y Rego, P.: “Redes y Desarrollo Local: La importancia del Capital Social y de la Innovación”, en Boletín de la A.G.E. N.º 36 - 2003, págs. 117-127

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